martes, 12 de marzo de 2013

La Conspiración de la Pólvora (1605)

                                             

         Normalmente, la ceremonia de apertura anual del Parlamento de Inglaterra tiene lugar a principios de noviembre. Pero, antes de que el monarca -actualmente Isabel II- dé inicio a la sesión inaugural, los sótanos del Palacio de Westminster, sede del Parlamento, son registrados por los Alabarderos de la Casa Real. En concreto, son diez miembros de los Yeomen of the Guard, guardias que protegen a los reyes de Inglaterra en sus actos ceremoniales, los que bajan a las entrañas del Parlamento con linternas, cumpliendo con una tradición que se remonta a principios del siglo XVII.
         Por otro lado, aún en nuestros días, cada año pueden verse en Inglaterra grupos de niños que, también a principios de noviembre, abordan a los turistas y demás viandantes, pidiéndoles "un penique por Guy". El dinero reunido lo emplean en hacer estallar fuegos artificiales y cohetes el día 5 de ese mes, mientras que, al mismo tiempo, queman un muñeco de trapo en una hoguera. Ese pobre muñeco es una representación de Guy Fawkes, quien, en la madrugada del 5 de noviembre de 1605, fue detenido en los sótanos del Parlamento, al ser sorprendido preparando unos explosivos. Su intención era hacer estallar el Parlamento unas horas después, cuando el rey, Jacobo I, estuviera celebrando la ceremonia de su apertura.



                     Guy Fawkes
         Guy Fawkes no fue el único miembro de la llamada Conspiración de la Pólvora. En realidad, sus integrantes fueron más, pero él, al ser pillado "con las manos en la masa", fue quien terminó "prestando" su nombre a la posteridad. Para llevar a cabo su plan, alquilaron unos sótanos emplazados debajo de la Cámara de los Lores. Hasta allí fueron llevando leña y pólvora suficientes para hacer añicos el Parlamento y, además, provocar un gran incendio. De esta forma, una vez más, y tras los sucesivos fracasos de las conspiraciones contra la reina anterior, Isabel I, los católicos intentaban restablecer su religión en Inglaterra.
         Indudablemente, la situación de los católicos en Inglaterra no era nada cómoda, especialmente desde el año 1570, tras la excomunión de Isabel I por el Papa Pío V. En la bula de excomunión presentada contra la Reina Virgen, se decía que los católicos ingleses no tenían por qué someterse a la obediencia de la Reina Isabel. Así pues, para evitar vacíos de poder y desacatos a la autoridad real, después de 1570 se consideró a los católicos ingleses culpables de traición. Sin embargo, a pesar de todas las dificultades, los católicos continuaban practicando su religión en secreto y los sacerdotes celebraban misas y administraban los sacramentos en casas particulares, aún a riego de ser descubiertos. Si esto sucedía, podían pagarlo con sus vidas, por lo que, para reforzar su seguridad, en muchas casas de nobles católicos se construyeron escondites, pequeños habitáculos donde los sacerdotes podían refugiarse en caso de necesidad y que solían estar en techos falsos, entre los distintos pisos de una casa o en las chimeneas. Eran los llamados Priest Holes (agujeros de sacerdotes), todavía visibles hoy día en casas nobiliarias que se conservan de aquella época.

               Jacobo I de Inglaterra
         La llegada al trono de Inglaterra de Jacobo I, en 1603, podría haber significado una nueva etapa para la religión católica de aquel país, pues ese rey se distinguía por su carácter tolerante y pacifista. Sin embargo, la impaciencia de algunos católicos pudo más que su esperanza en unas posibles negociaciones con Jacobo I, y prefirieron ir por la vía rápida. El objetivo de los conspiradores, después de asesinar a Jacobo I, era proclamar reina de Inglaterra a la hija de éste, Isabel, que por entonces tenía 9 años. Una vez que hubiera ocupado el trono, pensaban convencerla para que se convirtiera al catolicismo y, a partir de ahí, restablecer esa religión en toda Inglaterra.
         La conspiración fue descubierta, parece ser, porque uno de los miembros habló más de la cuenta, al advertir a uno de los lores católicos del Parlamento que "sería mejor" que no asistiera a la sesión de apertura. Como podemos imaginar, lord Monteagle -así se llamaba el parlamentario inglés- no se quedó tranquilo, y trasladó su inquietud a otros miembros del Parlamento hasta que la noticia -nunca mejor dicho- estalló como la pólvora. Acto seguido, se dio la orden de inspeccionar los sótanos donde, como ya sabemos, Guy Fawkes custodiaba el material explosivo. El desdichado Fawkes, tras ser descubierto "in fraganti", fue detenido y torturado hasta que confesó, incluyendo los nombres de sus compinches. Todos ellos, incluido Fawkes, sufrieron el mismo castigo: la ejecución por traición.
         La Conspiración de la Pólvora lo que destruyó, en realidad, fue la última posibilidad que quedaba en Inglaterra para que los católicos hubieran obtenido concesiones por parte de la Corona. En efecto, desde entonces, la palabra tolerancia no volvió a usarse por los anglicanos para referirse a los católicos ingleses y éstos, por su parte, tuvieron que esperar hasta el siglo XIX para poder disfrutar de derechos tan fundamentales como el de poder votar o conseguir un título universitario.
         Por último, lo más curioso de toda esta historia es que, a pesar de todos los preparativos llevados a cabo por Guy Fawkes y sus compañeros, la pólvora nunca habría estallado, pues la elevada humedad de aquellos lóbregos sótanos situados junto al Támesis echaron a perder todo aquel arsenal.Ya conocemos lo que les ocurrió a los conspiradores y las repercusiones que tuvo su actuación para el futuro de la religión católica en Inglaterra. Lo que nunca llegaremos a saber es qué hubiera pasado si, en vez de decidirse por el camino radical, hubieran optado por ese otro, mucho más seguro y civilizado, que resulta ser siempre el diálogo.

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